Ayer deseo, hoy realidad

Ya salió "Ayer deseo, hoy realidad", el primer disco solista de Ricardo, en el que muestra sus versiones del rock argento que escuchaba de pibe. Por nuestra parte, felicitamos a Iorio por este DISCAZO.

A continuación, la crítica publicada en
El Acople:
Iorio, el cantor

El muchacho no da crédito a lo que escucha, se sorprende y sonríe. Luego, le enseña la canción a un amigo y éste reacciona exactamente igual. ¿Qué oyen? A Ricardo Iorio cantando “Durazno sangrando”, aquella canción de Luis Alberto Spinetta que hacia 1975 integró y dio título al segundo disco de Invisible.

Se entiende, por cierto, el asombro: el mismo Iorio que creó V8, Hermética y Almafuerte, ahora pone su voz única, sufrida y fuerte, entre dulces melodías acústicas, a una de las joyas de Spinetta en lo que es uno de los componentes de su primer álbum solista, “Ayer deseo, hoy realidad”.

En esta producción, el músico ofrece sus versiones de diferentes obras del rock argentino que guarda de su época de adolescente; para la realización de la misma, contó con la colaboración de sus compañeros de grupo, entre los que se encuentra, como es sabido, el guitarrista Claudio Marciello que una vez más se luce en lo suyo.

El flamante trabajo no escatima en variedad, presentando por ejemplo potencia en “Tontos”, de La Pesada, y delicadeza y hasta ternura en el ya mencionado “Durazno sangrando” y “Un amigo de verdad”, de Roque Narvaja; también hay lugar para el blues con “Ritmo y blues con armónicas”, de Vox Dei, y no falta, por supuesto, el rock puro que se puede escuchar por caso en “Hace casi dos mil años”, de Color Humano.

De pibe, más de uno cantó una y otra vez las canciones que más le gustaban, fantaseando que algún día haría lo propio para miles de personas. Iorio también lo hizo. Hoy, además, cumplió ese sueño y dejó para la posteridad una obra de excelente calidad.

Homosexualidad


"Siempre que tocamos en Flores, viene nuestro amigo Walter Martínez, un baterista de la puta madre. Y está soltero. Miren qué fuerte que está. Despierta mi homosexualidad".

Fecha: El Teatro Flores, sábado 26 de julio de 2008.

Esto no es Prince, amigos


  • “San Martín echó a los españoles de nuestro suelo con cien caballos. Y Kirchner con una sola yegua nos está haciendo mierda a todos”.
  • “Yo creo que no tenemos que cantar más que somos los negros y los grasas. Si somos algo, somos una maza, unos guerreros. Los negros son otros, los chimpa, los monchos”.
  • “Bueno, con este tema nos despedimos. ¿Cómo que no? Hay que estar acá arriba, che. Esto no es Prince, amigos”.


Fecha: Centro Miguelete, el sábado 31 de mayo de 2008.
Fuente: El Acople.

Sorteo

Este sábado, 31 de mayo, Almafuerte se presentará en el Centro Miguelete, nuevo reducto rockero ubicado en San Martín, precisamente en Rodríguez Peña 2704.

Y El Acople está sorteando dos pares de entradas para el show.

Para participar del sorteo, sólo tenés que mandar un e-mail con tu nombre, apellido y DNI a sorteos@elacople.com. El viernes 30, se les avisará a los que ganen.


Hombre de rock, bruto como un toro

Ya se sabe: el periodista Ariel Torres escribió la primera biografía de Ricardo, titulada "Iorio, el perro cristiano".

A continuación, el emocionante prólogo del libro, escrito por Víctor Pintos.


Pampa y toro

“La pampa es como el cielo al revés”. La definición la escuchó Atahualpa Yupanqui de boca de un paisano, una vez quién sabe cuándo, en una de esas rondas de mate en el campo en las que tanto se aprende. Y gustaba repetirla.

En el bar de una estación de servicio al borde de la ruta, en medio del cielo al revés, me reencuentro con Ricardo después de muchos años de no verlo. Es un mediodía de la primavera de 2007, él vuelve de un show de Almafuerte en el Gran Buenos Aires y en un rato seguirá camino a su casa en el campo, allá más al sur, cerca de Coronel Suárez. La ciudad más cercana a este lugar de paso es Olavarría, donde estoy viviendo después de más de 20 años de crecer y trabajar -y gozar y sufrir- en Buenos Aires. El y yo nos fuimos a tiempo, pienso ahora.
La excusa de la reunión es este libro, que está casi terminado: fui invitado a escribir el prólogo y la única condición que había puesto para decir que sí o no era reunirme con él y ver qué sentía en la piel.


Y he dicho que sí, ya se ve.

Lo decisivo fue que este Iorio sigue sin enterarse que tiene estatura de leyenda viva para mucha gente, y que sigue mirando a los ojos, como los hombres más hombres que la pelean día a día en los campos que se ven al borde de la ruta a esta altura de la provincia de Buenos Aires, hombres de brazo clavado al surco, tierra y sudor.

Lo crucé por primera vez en enero del 93, en el lobby del Viña de Italia, un hotel de tres estrellas que queda en San Jerónimo y Balcarce, en el centro de Córdoba, en una circunstancia que este libro cuenta en un momento. Apenas un minuto después de que alguien nos presentara –yo sabía perfectamente quién era, me parece que él sabía algo de mí-, tuve una sensación de cierta familiaridad, como si fuéramos no digo amigos pero sí conocidos de mucho tiempo. Conocidos e iguales también, porque en la noche de ese día no fuimos un rockero ya mítico y un periodista, ambos ya muchachos grandes, sino dos chicos felices de poder saludar, por primera vez en sus vidas, a un hombre –un gran artista- que los dos admiraban, José Larralde.

Después nos vimos algunas veces más. No se cuántas. Vi conciertos suyos, escuché sus discos, me sorprendió el que hizo con Flavio, entendí como lógico que fuera uno de los invitados de León Gieco para cantar “El embudo”.

Y hoy, cuando lo reencuentro en este bar, me parece natural estar hablando no tanto del rock, de guitarristas o de discos, sino de qué crudo es el invierno de por acá y de cuándo se aprende en la ruta de regreso a casa, mientras el auto va casi solo y la mente de uno se pierde en cualquier lado.

Iorio, el artista, es un monumento de rock en la Argentina. Como Pappo. Su público morocho y suburbial, elemental y fervoroso desde las entrañas, no confía en cualquiera y a él lo sigue a muerte desde hace años. Incluso se renovó. Porque quienes hoy cuentan las monedas para ir a los conciertos de Almafuerte quizá sean los hijos de quienes fueron seguidores de V8...

Iorio es también un hombre igual al que su público imagina que es, derecho y sin vueltas, categórico, de puño fuerte, y a la vez distinto en algunos aspectos a lo que el imaginario puede haber construido alrededor de su figura. Por ejemplo, es tierno hablando de sus hijas y de sus perros –que no son caniches que van a la peluquería, precisamente, sino majestuosos pit bulls-, y es mucho más tolerante con los distintos cuando la conversación viene en términos gratos y es respetuosa. Eso sí, tiene una forma tioca de expresarse. Dura podría decir, medio bestia también, pero no, la palabra es tioca. Aspera, tosca. Tioca. Así cuenta sus cosas y así escribe. Así canta.

Su música es dura como las manos de los trabajadores. Los del campo y los de la ciudad.
Su mirada es afilada. Su lengua también. Y su corazón es así de grande. Se desborda muchas veces, como el de los animales. Por eso cae en exabruptos, ya sabemos. Pero bueno. No estoy de acuerdo con algunas cosas que piensa y dice, pero como va de frente, lo prefiero a tantos hipócritas que hacen hermosas declaraciones y después tienen gestos repugnantes.


Este libro, esforzado y elogiable trabajo periodístico que demandó mucha energía y tiempo, cuenta mucho de su obra y sobre todo de quién es. Recomiendo su lectura con atención y desprejuicio. Bienvenidos a la historia, pasión y vida de Ricardo Iorio, un toro. Hombre de rock, bruto como un toro. Y también con unos huevos así de grandes.




¿Creés que la separación de Hermética fue positiva para el corazón de la gente?



No me importa en absoluto la gente. Nunca hice una canción pensando en la gente, sino haría Commanche. Tengo un contrato conmigo y lo voy a respetar.

Fuente: Argentina Indymedia.